No obstante estar primero para subir a un colectivo, dejo el paso a una señora, quien sube sin hacer ningún comentario.
Al ascender veo una mujer ubicada al lado de la máquina expendedora de boletos mientras le da de comer a sus dos hijas, sentada una sobre la comba que sobresale del piso por la rueda y la otra en el mismo piso en el medio del transporte. La madre alcanzándoles un pebete y un cartoncito de jugo interrumpe la circulación e impide que los que intentamos sacar el boleto podamos hacerlo.
El conductor nada dice, la gente que sube tampoco. Al intentar explicarle a la señora que no debería interrumpir el paso como lo esta haciendo, me doy cuenta que no presta la mas mínima atención a mis palabras.
Frente a la puerta del medio del vehículo, por donde debo descender, encuentro un adolescente sentado en uno de los escalones.
Nadie dice nada al joven, que impertérrito continúa imbuido en el sonido que emana de su mp3, los pasajeros optan unánimemente bajar por el otro costado de la escalera, así sean dos, tres o cuatro. Nuevamente intento explicarle al personaje que no puede estár sentado por donde los pasajeros deben descender. El muchacho levanta la cabeza y me contesta: «Qué sos vos, policía». Seguir leyendo «Un país deprimente» →